Un mundo que cruje: los cimientos de la incertidumbre

por Australolibrecus afarensis

En una mañana gris en Washington D.C., entre el rumor de sirenas lejanas y el ir y venir de diplomáticos en cafés adyacentes a Dupont Circle, nos sentamos a conversar con Octavio Volkner, autor de ‘Mundo en Tensión’, el ensayo que se ha convertido en referencia obligada para quienes buscan entender el rompecabezas global del 2025. De mirada profunda y tono pausado, Volkner —escritor latinoamericano de 52 años, nacido en Buenos Aires pero forjado entre fronteras— nos recibe en su estudio temporal, donde libros, mapas y anotaciones revelan tanto una vocación de análisis como una sensibilidad humanista rara en el mundo de los expertos.

“Lo que estamos presenciando —dice al comenzar— no es simplemente una sucesión de crisis, sino la erosión de las categorías con las que solíamos interpretar la realidad. El Estado, la soberanía, la democracia, incluso la noción de verdad, están siendo tensadas desde múltiples frentes. Es como si el andamiaje mental con el que construimos el siglo XX hubiera entrado en cortocircuito con el ritmo del XXI.” La primera respuesta de Volkner da el tono de toda la entrevista: un diagnóstico que no se limita al dato o al evento puntual, sino que busca articular estructuras de sentido en medio del ruido.

Para él, el 2025 no es un año más, sino un punto de inflexión. “En estos primeros seis meses hemos visto la aceleración de tendencias que se venían incubando desde hace una década: la regionalización de la seguridad, el debilitamiento del multilateralismo, la competencia abierta por la hegemonía tecnológica y un retorno a formas burdas de autoritarismo, muchas veces enmascaradas por discursos democráticos. El mundo está en tensión, sí, pero no en el sentido de un desequilibrio momentáneo. Se trata de una tensión fundacional, estructural, como cuando una placa tectónica empieza a deslizarse bajo otra. No sabemos exactamente cuándo será el gran temblor, pero sentimos ya la vibración en los pies.”

Le preguntamos si considera que hay una única lógica que unifica estos procesos, o si más bien estamos frente a una multiplicación caótica de dinámicas superpuestas. “Es una excelente pregunta —responde, tras una breve pausa—. Creo que hay una convergencia paradójica: por un lado, el mundo se fragmenta —en bloques, esferas de influencia, regímenes tecnológicos incompatibles—; pero al mismo tiempo, esa fragmentación está regida por un proceso común de incertidumbre radical. Los gobiernos, las empresas, las personas, todos están tomando decisiones con márgenes cada vez más estrechos de previsibilidad. No es el caos total, pero es un orden tan volátil que se convierte, en la práctica, en un estado de ansiedad geopolítica crónica.”

Volkner, cuyos ancestros se entrelazan entre Alemania, Hungría, España e Italia, y cuya biografía ha sido itinerante —desde Santiago de Chile hasta São Paulo, de Sídney a Nueva York—, habla con la perspectiva de alguien que ha aprendido a mirar el mundo no desde una única orilla, sino desde una cartografía de desplazamientos. “Me gusta pensar que pertenezco a un linaje cultural mestizo, incluso contradictorio. Vengo de países que conocen bien la fragilidad institucional, pero también la creatividad ante el abismo. Eso me ha enseñado que ninguna decadencia es definitiva, y que ningún ascenso es irreversible.”

En esta primera parte de la entrevista, queda claro que »Mundo en Tensión» no es simplemente un libro de coyuntura, sino un acto de observación paciente sobre un planeta que ya no puede explicarse con manuales viejos. “El verdadero peligro no es la inestabilidad, sino nuestra incapacidad de pensar lo nuevo sin nostalgia. Nos aferramos a una idea de orden que ya no existe. Lo que necesitamos es otra imaginación política.”

El regreso del autoritarismo y la fragilidad de las democracias

Octavio Volkner no esquiva el tema más espinoso: la erosión de la democracia en múltiples rincones del mundo. De hecho, lo coloca en el centro del tablero como una de las fuerzas más inquietantes de este tiempo. “Uno de los pilares que más ha cedido en este lustro es la confianza en la democracia como forma de organización política deseable y funcional. Lo que antes se asumía como conquista irreversible, hoy se ve sometido a una revisión profunda, y en algunos casos, a un retroceso deliberado.”

Le mencionamos el caso de Eslovaquia y sus reformas judiciales, la disolución de partidos en Mali, o la creciente represión en Ruanda. Volkner asiente con gravedad. “Lo más alarmante —dice— no es solo la acumulación de poder en manos del ejecutivo o la neutralización de la justicia, sino la aceptación social que muchas veces acompaña estos procesos. El autoritarismo contemporáneo ya no necesita tanques en las calles. Se presenta como solución al caos, como medicina frente a la fatiga cívica.”

Para el autor de »Mundo en Tensión», la regresión democrática es también un síntoma de agotamiento epistemológico: “Los ciudadanos ya no creen en el valor del debate racional. La verdad ha sido pulverizada por la sobrecarga informativa, por la manipulación emocional y por el algoritmo que premia lo indignante. En ese terreno fértil, florecen liderazgos que prometen orden sin complejidad, identidad sin ambigüedad, seguridad sin preguntas.”

Cuando le preguntamos por América Latina, su mirada se vuelve más personal, aunque no menos analítica. “Nuestra región conoce de memoria los ciclos pendulares. Hoy, la desafección política, el descrédito institucional y la impaciencia social están alimentando pulsiones regresivas. Ya no se trata solo de populismos de izquierda o derecha, sino de una lógica más profunda: la tentación de la obediencia vertical frente al desconcierto horizontal.”

Volkner señala que esta fragilidad democrática no es exclusiva de países del Sur global. “En Occidente —subraya— vemos democracias liberales asediadas por el discurso del odio, por el descrédito sistemático de la prensa, por la judicialización de la política y la politización de la justicia. La toxicidad del discurso público no es anecdótica: está debilitando la arquitectura misma del contrato democrático.”

Y, sin embargo, conserva un matiz de esperanza. “Lo interesante —añade— es que también emergen movimientos que, aunque fragmentarios y a veces contradictorios, intentan reimaginar la democracia desde abajo. Las juventudes, los pueblos indígenas, las redes feministas, los ambientalistas, están buscando formas de participación más horizontales, más éticas, más conectadas con los desafíos del presente.”

Para Octavio Volkner, el dilema no es democracia sí o no, sino qué tipo de democracia es posible —y deseable— en un mundo donde el vértigo tecnológico, la desigualdad estructural y el miedo existencial desdibujan las coordenadas de la deliberación pública.

El ascenso de las potencias revisionistas: China, Rusia y el nuevo pulso geoestratégico

Mientras avanza la conversación con Octavio Volkner en su estudio lleno de libros marcados y mapas desactualizados —“porque los mapas siempre envejecen más rápido que las ideas”, dice entre risas—, la charla vira hacia uno de los ejes centrales de »Mundo en Tensión»: el resurgir de las potencias revisionistas, en particular China y Rusia, y su rol en el rediseño del orden mundial.

“2025 no es un año cualquiera”, arranca Volkner. “Es un año bisagra donde se está consolidando algo que lleva al menos una década gestándose: la transición de un orden liberal hegemónico hacia un ecosistema más fragmentado, disputado y asimétrico. China y Rusia no sólo están desafiando las reglas del sistema internacional, sino proponiendo —de forma explícita o implícita— alternativas al mismo.”

En el caso chino, Volkner apunta a una estrategia a largo plazo, meticulosamente planificada. “China ya no se limita a jugar con las reglas del orden liberal global —explica—. Está intentando moldearlo a su imagen. Lo vemos en su política digital, en su influencia financiera, en sus alianzas bilaterales no condicionadas a estándares democráticos. Pero también lo vemos en su narrativa: en la promoción del modelo de gobernanza centralizada como más eficiente frente a las ‘disfunciones’ de las democracias liberales.”

Le preguntamos por el Indo-Pacífico, región clave en este pulso geoestratégico, y su análisis es incisivo. “El aumento del presupuesto militar japonés, los ejercicios conjuntos entre EE. UU. y Australia, el realineamiento del Sudeste Asiático: todo eso responde a la percepción de un ascenso chino que no es meramente económico, sino civilizacional. Pekín está desplegando su poder duro y blando, con una ambición estratégica que ya no oculta.”

En cuanto a Rusia, Volkner es igual de enfático. “Rusia está menos interesada en construir un orden alternativo que en erosionar el actual. Su lógica es disruptiva. A través de operaciones híbridas, desinformación, ciberataques, y una diplomacia del caos, el Kremlin busca generar fisuras, debilitar alianzas, cultivar zonas grises donde su influencia pueda florecer.”

La reciente expansión de la presencia rusa en África, a través de grupos como Wagner y el apoyo a regímenes militares, es, según el autor, un ejemplo claro del estilo ruso de intervención. “Moscú no busca imponer un modelo político, sino asegurarse aliados funcionales en regiones estratégicas. Y a diferencia de Occidente, no exige reformas ni compromisos normativos. Eso, en un contexto de fatiga poscolonial, tiene un atractivo inmediato.”

Pero Volkner no cae en la dicotomía maniquea. “Sería un error infantilizar a los actores no occidentales —advierte—. Ni China ni Rusia son potencias monolíticas. Internamente, también enfrentan contradicciones, presiones sociales, desafíos estructurales. Lo importante es entender cómo sus políticas exteriores se entrelazan con su necesidad de proyectar fortaleza hacia afuera, mientras gestionan fragilidades internas hacia adentro.”

Y concluye: “Lo que está en juego no es solo un mapa de poder, sino un mapa de sentido. Estamos presenciando una pugna por definir qué constituye legitimidad, orden y progreso en el siglo XXI. Y en esa disputa, las potencias revisionistas no se presentan como meras amenazas, sino como oferentes de un modelo alternativo, incluso seductor, en tiempos de incertidumbre global.”

Estados Unidos: liderazgo en disputa y tensiones internas

Tras repasar el papel de las potencias revisionistas, la conversación se desplaza naturalmente hacia el actor cuya influencia aún configura gran parte del sistema internacional: los Estados Unidos. Lejos de una visión complaciente, Octavio Volkner ofrece una mirada lúcida, matizada y, por momentos, inquietante sobre el presente del poder estadounidense.

“Estados Unidos ya no ejerce el liderazgo global como lo hacía en las décadas posteriores a la Guerra Fría. Eso no significa que haya dejado de ser la potencia dominante —sigue siendo la principal economía en términos de innovación, cultura e influencia militar—, pero su capacidad para moldear consensos y generar legitimidad global está seriamente erosionada”, afirma Volkner, acomodando unos apuntes sobre el escritorio.

El escritor identifica una doble tensión. Por un lado, la exterior: “la falta de coherencia estratégica, las retiradas ambiguas, la fragmentación de sus alianzas, la desconfianza generada por decisiones unilaterales como los aranceles, los vetos o la extraterritorialidad de su legislación han debilitado la proyección estadounidense. Washington ya no es percibido de forma automática como garante de estabilidad.”

Por otro lado, la tensión interna. Volkner destaca con énfasis el deterioro del contrato democrático estadounidense. “Hay una erosión visible del tejido cívico. La polarización política ha alcanzado niveles que rozan lo disfuncional. Los últimos ciclos electorales —incluyendo las elecciones intermedias de 2022 y las presidenciales de 2024— no solo han agudizado las divisiones, sino que han puesto en duda la propia arquitectura institucional del país.”

El fenómeno Trump —con su secuela, su movimiento y sus ecos en otras figuras populistas— es, para Volkner, el síntoma de una crisis más profunda. “No es solo un asunto de liderazgo. Es la expresión de un país que se siente desplazado por el curso de la historia global. Hay segmentos enteros de la población que perciben que el ‘sueño americano’ ya no les pertenece, que han sido traicionados por la globalización, por las élites, por la tecnocracia.”

¿Significa esto un repliegue definitivo de Estados Unidos del escenario global? “No necesariamente”, responde Volkner, con la cautela de quien ha reflexionado largamente sobre la historia de las hegemonías. “Estados Unidos conserva resortes formidables de poder. Pero está en proceso de redefinir su papel, y esa redefinición está marcada por la contradicción: desea mantener su centralidad sin asumir los costos que antes conllevaba ese rol.”

El autor también menciona que, pese a los problemas, el país sigue siendo un laboratorio político e ideológico de primer orden. “La lucha por la igualdad racial, los debates éticos en torno a la inteligencia artificial, el impulso universitario, el arte contestatario, las nuevas olas de activismo social —todo eso demuestra que la vitalidad democrática estadounidense no ha desaparecido, pero está siendo sometida a una tensión inmensa.”

Antes de cerrar este segmento, Volkner deja una advertencia: “El peligro real no es el declive absoluto de EE. UU., sino su oscilación errática. Un poder en declive puede estabilizarse; un poder en crisis de identidad puede ser impredecible. Y en geopolítica, la imprevisibilidad puede ser más peligrosa que la debilidad.”

Europa fragmentada: entre la fatiga estratégica y la resiliencia institucional

Cuando el foco se traslada al Viejo Continente, la mirada de Octavio Volkner se torna más introspectiva. Europa, señala, es quizás el actor más contradictorio del escenario actual: un proyecto de integración profundamente ambicioso que, sin embargo, convive con fisuras nacionales, desgastes democráticos y una notable carencia de impulso estratégico.

“Europa es el continente de las promesas incumplidas y las esperanzas cíclicamente renovadas”, dice el autor con una mezcla de ironía y respeto. “Tras cada crisis —la financiera, la migratoria, la pandemia, la guerra en Ucrania, el Brexit— ha logrado mantenerse en pie. Pero lo hace con una energía cada vez más defensiva, más burocrática, menos transformadora.”

Volkner traza un mapa heterogéneo. Por un lado, resalta los esfuerzos de cohesión institucional desde Bruselas, con políticas comunes en materia energética, digital y de seguridad. “La Unión Europea ha aprendido a reaccionar con mayor rapidez. La diversificación energética tras el corte ruso de gas, el acuerdo sobre inteligencia artificial, incluso el fondo de recuperación post-COVID, demuestran una capacidad adaptativa notable.”

Pero también enfatiza las divisiones profundas. “Europa está dividida en varias líneas: Este-Oeste, Norte-Sur, euroescépticos versus federalistas. Polonia, Hungría, Eslovaquia y, en menor medida, Italia, han cuestionado abiertamente los principios democráticos y judiciales que sustentan el proyecto europeo. Y esa erosión no es sólo jurídica: es cultural, simbólica, generacional.”

En ese sentido, el autor recuerda que »Mundo en Tensión» dedica un capítulo entero al llamado “autoritarismo dentro de casa”, y cita como ejemplo paradigmático la disolución de contrapesos institucionales en algunos países miembros, las restricciones al periodismo independiente y el uso partidario de los tribunales constitucionales.

Respecto al rol internacional de Europa, Volkner no es optimista. “Francia y Alemania siguen siendo los motores diplomáticos, pero con velocidades muy distintas. Macron ha intentado reimpulsar el protagonismo europeo, pero sin el Reino Unido y con Alemania aún marcada por su crisis de liderazgo pos-Merkel, la UE tiene más peso regulatorio que geoestratégico. Es una potencia normativa más que una potencia geopolítica.”

No obstante, subraya que Europa mantiene una singular fortaleza: su resiliencia institucional. “En ningún otro continente existe un ecosistema tan robusto de protección de derechos, de fiscalización, de ciudadanía transnacional. Eso no debe subestimarse. A largo plazo, esos pilares podrían ser la clave para una regeneración política real.”

¿Hay lugar, entonces, para un liderazgo europeo renovado? Volkner duda, pero no descarta. “Quizás no en términos de un liderazgo duro, sino de una nueva pedagogía política: si Europa logra demostrar que se puede combinar pluralismo, justicia social y desarrollo sostenible, podría reencantar a muchas sociedades desencantadas con los extremos.”

Antes de concluir, deja una última reflexión: “Europa es, en muchos sentidos, el laboratorio de lo posible. Si fracasa, no solo fracasa un proyecto regional; fracasa una idea de civilización.”

América Latina: entre el péndulo político y la presión externa

Cuando la conversación se desplaza hacia América Latina, el tono de Octavio Volkner adquiere un matiz particular, teñido de familiaridad, escepticismo y una profunda preocupación por el destino de una región que, como él mismo dice, “suele oscilar entre la resignación y la euforia sin resolver sus dilemas estructurales”. En »Mundo en Tensión», América Latina ocupa un lugar central no por su protagonismo en los grandes tableros globales, sino por representar un espejo imperfecto de las tensiones contemporáneas: polarización ideológica, dependencia económica, fragilidad institucional y un sentido crónico de oportunidades desperdiciadas.

“En los últimos veinte años, hemos visto la región girar en círculos”, afirma Volkner. “El péndulo entre gobiernos de derecha y de izquierda no ha traído mayor madurez democrática, sino más bien una secuencia de regresiones autoritarias suaves, crisis de legitimidad y populismos de ambos extremos que priorizan el cortoplacismo sobre la reforma estructural.”

Volkner, que ha vivido en varios países latinoamericanos y conserva una mirada íntima de sus realidades, se detiene particularmente en tres fenómenos. El primero, la reconfiguración del mapa ideológico: “Lo que antes era una disputa entre neoliberalismo y socialismo se ha vuelto una contienda de narrativas emocionales, muchas veces carentes de sustancia programática. En algunos casos, como en El Salvador o Venezuela, asistimos a una consolidación de regímenes duros; en otros, como en Colombia o Argentina, el desencanto con las élites tradicionales ha abierto la puerta a liderazgos emergentes, aunque no necesariamente transformadores.”

El segundo fenómeno que destaca es la presión externa, tanto geopolítica como económica. “Latinoamérica vuelve a ser codiciada por grandes potencias. China, Rusia y, más recientemente, India, han incrementado su presencia mediante inversiones estratégicas, compras de recursos naturales y acuerdos tecnológicos. Estados Unidos, por su parte, intenta recuperar influencia con nuevas iniciativas diplomáticas y programas de cooperación, aunque su interés sigue siendo errático.”

Volkner observa con inquietud como esta competencia externa no ha sido articulada por los gobiernos latinoamericanos con una agenda común. “La región carece de una voz unificada. La UNASUR se disolvió, la CELAC es débil, y la OEA está cada vez más desacreditada. En lugar de fortalecer la integración, muchos países han optado por negociaciones bilaterales o repliegues nacionalistas que los hacen aún más vulnerables.”

Por último, destaca el papel de las tensiones sociales acumuladas. “La desigualdad sigue siendo el talón de Aquiles de América Latina. Aunque se han hecho avances en educación y cobertura sanitaria, los niveles de informalidad laboral, violencia urbana y exclusión digital comprometen seriamente cualquier idea de desarrollo sostenible. Y en un contexto global de automatización y transición energética, la región corre el riesgo de quedar fuera de las cadenas de valor más dinámicas.”

Sin embargo, no todo es diagnóstico sombrío. Volkner identifica destellos de resiliencia: el poder de las redes ciudadanas, los liderazgos feministas, la juventud movilizada por causas ambientales. “Esos movimientos aún no tienen una traducción política concreta, pero están construyendo nuevas formas de participación y conciencia crítica que podrían redibujar el paisaje regional en la próxima década.”

¿Y Brasil?, pregunta la periodista antes de cerrar la jornada. Volkner hace una pausa. “Brasil es el gigante dormido y contradictorio. Tiene escala, recursos y creatividad, pero sufre una fragmentación institucional profunda. Si logra reconciliar su diversidad y volver a proyectarse como actor global —en clima, en bioeconomía, en mediación geopolítica— podría ser el motor de una nueva América Latina. Pero eso requerirá visión de largo plazo, algo que aún no aparece en escena.”

África en redefinición: golpes, salidas neocoloniales y actores inesperados

En África, según el autor de »Mundo en Tensión», se está reescribiendo silenciosamente una parte esencial del futuro geopolítico global. Volkner, que ha dedicado uno de los capítulos más densos de su libro a los movimientos tectónicos en el Sahel, África central y el Cuerno de África, sostiene que “África ha dejado de ser un tablero pasivo para convertirse en un espacio donde convergen dinámicas de emancipación, rivalidades neocoloniales y una renovada pugna por los recursos estratégicos”.

El punto de partida de su análisis es la ola de militarización institucional que ha afectado a varios países en los últimos años. Volkner subraya el caso paradigmático de Mali, donde un prolongado proceso de transición democrática colapsó bajo el peso de la inseguridad, el descrédito de los partidos y la percepción popular de que las élites civiles habían fracasado. “El golpe militar en Mali y la posterior disolución de los partidos no pueden entenderse aisladamente; forman parte de una reacción generalizada contra estructuras heredadas que ya no ofrecen legitimidad. Lo que resulta inquietante es que, en muchos casos, la ciudadanía apoya estos procesos de militarización, no porque crea en su vocación democrática, sino porque ya no cree en nada más.”

A ello se suma —prosigue Volkner— la redefinición de las alianzas internacionales. La retirada de tropas francesas del Sahel ha dejado un vacío que no tardaron en ocupar nuevos actores, entre ellos Rusia, a través del grupo paramilitar Wagner. “Ya no estamos ante la clásica competencia Este-Oeste de la Guerra Fría, sino ante una fragmentación del orden internacional en la que incluso actores no estatales —como mercenarios o grandes corporaciones tecnológicas— intervienen con un poder real sobre el terreno. La influencia rusa en África no es ideológica: es pragmática, transaccional y basada en intercambios opacos de seguridad por recursos.”

Otro caso que ocupa un lugar destacado en el diagnóstico de »Mundo en Tensión» es el conflicto entre Ruanda y la República Democrática del Congo. Las tensiones fronterizas, las acusaciones mutuas de injerencia y la ruptura diplomática se extendieron durante meses, hasta que el Acuerdo de Goma, firmado en junio de 2025, consiguió apenas detener el deterioro. “Ese acuerdo es más una pausa que una solución”, afirma Volkner con cautela. “Detrás del conflicto hay intereses mineros gigantescos, redes de contrabando y una lucha geoestratégica por el control de tierras ricas en coltán, cobalto y litio, indispensables para la economía tecnológica del siglo XXI.”

Frente a esta compleja realidad, el autor resalta también la emergencia de una ciudadanía africana más consciente y articulada. “Lo que las narrativas tradicionales omiten es el papel de los movimientos sociales, de las nuevas generaciones de intelectuales, artistas, periodistas y activistas africanos que están desafiando tanto al poder local como a las imposiciones externas. Hay una reivindicación de soberanía epistémica y política que, si logra estructurarse, podría ser el germen de una transformación profunda.”

Pero Volkner advierte que la ventana de oportunidad no permanecerá abierta indefinidamente. “Si África no logra construir sus propias instituciones de integración regional, generar cadenas de valor endógenas y consolidar una voz común en los foros globales, corre el riesgo de convertirse, una vez más, en escenario de disputas ajenas. El tiempo es corto y el desafío, inmenso.”

Petróleo, resiliencia global y la transición energética: ¿una economía atrapada en su pasado?

En la siguiente parte de esta extensa entrevista, el foco se desplaza al ámbito de la economía política global, y en particular, al complejo papel que sigue desempeñando el petróleo en un mundo que declara aspirar a la sostenibilidad, pero cuyas estructuras económicas aún dependen profundamente de los hidrocarburos. “Hay una disonancia brutal entre el discurso de transición energética y las realidades del mercado global”, afirma el autor con tono sereno pero incisivo. “Seguimos atrapados en una arquitectura fósil, no solo en términos técnicos, sino financieros, estratégicos y simbólicos.”

Volkner comienza por subrayar que el año 2025 ha sido, hasta el momento, un laboratorio de tensiones acumuladas en el mercado energético: los precios del crudo han oscilado con inestabilidad crónica, en parte por los recortes o expansiones estratégicas de Arabia Saudí, y en parte por el efecto dominó de conflictos regionales, restricciones logísticas y sanciones internacionales. “Arabia Saudí mantiene un control quirúrgico sobre la oferta, jugando un delicado juego de equilibrio entre mantener ingresos y evitar estimular demasiado la competencia renovable. Es el arte de prolongar la dependencia sin provocar ruptura”, explica.

En paralelo, el autor destaca cómo las tensiones comerciales entre grandes potencias —notablemente Estados Unidos y China— afectan directamente la demanda energética. “Las tarifas, las restricciones tecnológicas y los desacoplamientos financieros no son solo instrumentos de competencia: impactan en la velocidad del comercio, en la previsibilidad de la inversión y en la planificación de largo plazo. La energía, en este contexto, se convierte en rehén de una geoeconomía marcada por la incertidumbre.”

Pero »Mundo en Tensión» no se limita al diagnóstico inmediato. Uno de sus aportes más relevantes está en la relación que traza entre el sistema energético global y la arquitectura financiera internacional. “Los mercados petroleros no existen aislados. Están profundamente entrelazados con la especulación financiera, las expectativas bursátiles, las primas de riesgo político. El petróleo es también una narrativa, una profecía que se autorrealiza en función de temores, proyecciones y rumores”, señala Volkner. “Es aquí donde la resiliencia global se pone a prueba: ¿puede el sistema soportar un shock petrolero sin colapsar otros pilares como la deuda, las monedas emergentes o la inflación estructural?”

Ante este panorama, el escritor argentino introduce una idea provocadora: la transición energética podría fracasar no por razones tecnológicas, sino por razones políticas y de gobernanza. “La tecnología para transformar la matriz energética ya existe. Lo que falta es un consenso operativo global, una redistribución justa de los costos de la transición, y una arquitectura de cooperación que evite que los países del Sur global paguen el precio de una transformación decidida por el Norte.”

Con mirada crítica, Volkner no oculta su escepticismo respecto a las cumbres internacionales y compromisos climáticos: “Son importantes en lo simbólico, pero insuficientes en lo material. Mientras los subsidios a los combustibles fósiles sigan siendo diez veces superiores a las inversiones en renovables en muchas economías, no habrá ruptura real. Y eso incluye a democracias avanzadas que, en la práctica, no están dispuestas a alterar sus modelos de consumo.”

Aun así, no todo es pesimismo. Volkner reconoce brotes de innovación energética descentralizada, especialmente en América Latina, África y el sudeste asiático. “Hay comunidades que están avanzando en modelos de soberanía energética, cooperativas solares, redes inteligentes locales. El desafío es escalar sin replicar la lógica extractiva.”

La reflexión final es contundente: “El petróleo ha sido durante más de un siglo la savia del sistema-mundo. Salir de él requiere algo más que voluntad: requiere un rediseño profundo de nuestras relaciones económicas, geopolíticas y hasta culturales. Lo que estamos presenciando en 2025 es apenas el inicio de una larga despedida… o una recaída funcional.”

Gobernanza digital y la batalla por el alma del ciberespacio: ¿libertad o control algorítmico?

En el penúltimo tema de nuestra conversación con Octavio Volkner el foco gira hacia uno de los ejes más inquietantes del siglo XXI: la gobernanza digital. A medida que la tecnología penetra todos los aspectos de la vida humana —desde las decisiones económicas hasta la esfera íntima de la identidad—, el debate sobre quién controla los algoritmos, las plataformas y los flujos de datos se ha convertido en una de las contiendas geopolíticas más decisivas de nuestro tiempo.

Volkner no duda en afirmar que el 2025 ha sido un año clave para visibilizar lo que llama “la lucha por el alma del ciberespacio”. Desde la cumbre de inteligencia artificial celebrada en París hasta las tensiones entre China y Occidente en torno a la regulación de plataformas como TikTok, se han intensificado las divergencias entre modelos de gobernanza digital abiertos y descentralizados —promovidos principalmente por democracias liberales—, y enfoques autoritarios que ven la soberanía cibernética como una extensión del control estatal. “La pregunta ya no es solo qué hacen los algoritmos, sino quién los diseña, bajo qué criterios éticos y con qué legitimidad política”, sentencia.

El autor identifica tres ejes principales de preocupación. El primero es la creciente militarización del ciberespacio: “La doctrina de disuasión digital ya es parte integral de las estrategias de defensa de muchas potencias. Los ciberataques ya no se ven como crímenes aislados, sino como actos de guerra encubierta. Estamos ante un escenario donde una línea de código puede tener más impacto que un misil”.

El segundo eje se relaciona con la erosión de la privacidad y la expansión del control algorítmico. Volkner alude a casos recientes de vigilancia masiva, tanto por parte de gobiernos como de grandes corporaciones tecnológicas, en un entorno legal aún difuso. “La frontera entre protección y control es cada vez más porosa. Se invoca la seguridad, el orden o la eficiencia para justificar prácticas que, en otra época, serían consideradas inaceptables. El ciudadano se convierte en un objeto cuantificable, perfilado, gobernado por modelos de predicción.”

Finalmente, el tercer eje es el de la soberanía digital: ¿puede un Estado ejercer autonomía tecnológica sin cerrar su conexión con el mundo? Volkner considera que muchos países del Sur global están atrapados entre el dominio de plataformas occidentales y la oferta de soluciones digitales autoritarias de actores como China o Rusia. “Estamos viendo una fragmentación del ciberespacio que podría dar lugar a un nuevo tipo de colonialismo digital. Y el drama es que no se trata solo de infraestructura o software: se trata de valores, de cómo concebimos la libertad, la verdad y la dignidad en la era de los datos.”

Sobre la reciente controversia en torno a TikTok en EE. UU., Volkner ofrece un análisis matizado: “Es cierto que hay razones válidas de seguridad nacional, pero también hay un trasfondo de guerra comercial, y una profunda desconfianza entre modelos de sociedad incompatibles. Lo que está en juego no es solo una app: es el control del relato, del comportamiento colectivo, incluso de la memoria histórica digital.”

En este punto de la entrevista, la visión de Volkner se torna casi filosófica. “La tecnología ya no es una herramienta neutral. Es un actor geopolítico, una arquitectura de poder. Por eso, no basta con pensar en ciberseguridad: necesitamos una ética cívica del dato, una nueva cultura pública que combine libertad, equidad y responsabilidad.”

El capítulo sobre gobernanza digital de ‘Mundo en Tensión’ —probablemente uno de los más densos y provocadores del libro— no ofrece respuestas simples, pero plantea las preguntas esenciales de este tiempo de aceleración. Volkner no oculta su inquietud: “Si no rediseñamos pronto las reglas del juego digital, corremos el riesgo de naturalizar un nuevo despotismo algorítmico, revestido de eficiencia y conveniencia.”

¿Democracia en declive? Entre la erosión institucional y la metamorfosis del poder ciudadano

Cerramos esta conversación con Octavio Volkner, abordando quizás la pregunta más incómoda de nuestra época: ¿está la democracia liberal enfrentando su ocaso, o simplemente una metamorfosis profunda? La inquietud no es nueva, pero sí lo es la intensidad con la que resuena en los análisis contemporáneos. En su libro, Volkner no se limita a registrar síntomas —como la polarización discursiva, la desinformación o la concentración del poder ejecutivo—, sino que intenta trazar los contornos de una transformación política global en curso, de la cual Occidente no está exento.

“El declive democrático no se da por un colapso súbito, sino por un proceso de desgaste progresivo”, afirma con tono sereno pero grave. “No se trata solo de autócratas carismáticos o populismos iliberales, sino de una fatiga institucional profunda, una pérdida de legitimidad en las estructuras que durante décadas articularon el contrato social”. Volkner destaca, entre otros factores, la desconexión entre las élites políticas y la ciudadanía, la incapacidad de los partidos tradicionales para responder a las demandas del presente y, sobre todo, el impacto corrosivo de una economía política global que prioriza la rentabilidad sobre la equidad.

El autor señala cómo este proceso ha sido acelerado por crisis superpuestas: la pandemia, las guerras regionales, la inflación persistente, el cambio climático y la inseguridad energética. “Cuando la incertidumbre se convierte en norma, las sociedades buscan refugio en narrativas simplificadoras, en líderes que prometen orden, aunque sea a costa de derechos fundamentales. Lo vimos en Mali con la disolución de partidos; en Eslovaquia con las reformas judiciales manipuladas; en Ruanda con el silenciamiento de opositores. Pero también lo vemos, más sutilmente, en democracias maduras donde la retórica tóxica y la fragmentación mediática vacían el debate público de contenido.”

No obstante, Volkner se resiste a caer en el fatalismo. En un giro reflexivo, subraya que “lo que llamamos declive puede ser también una etapa de reinvención”. Menciona los movimientos ciudadanos que, desde Chile hasta Eslovenia, han forzado cambios constitucionales, exigido rendición de cuentas y ensayado nuevas formas de participación política directa. “Quizás estamos dejando atrás una democracia representativa de baja intensidad, para explorar modelos más deliberativos, más digitales, más híbridos entre lo institucional y lo horizontal.”

La entrevista concluye con una pregunta inevitable: ¿qué puede hacer el ciudadano común ante esta crisis de época? Volkner responde sin titubeos: “Pensar críticamente, informarse más allá de los algoritmos, cultivar vínculos reales en un mundo virtualizado, participar. La democracia no es solo un sistema de reglas, sino una práctica cotidiana de responsabilidad compartida. Si se deja en manos del cinismo o la apatía, será sustituida por formas más cómodas, pero menos libres de organización del poder.”

Nos despedimos del autor en su estudio, rodeado de mapas geopolíticos, cuadernos de notas y libros subrayados. Hay en su mirada una mezcla de lucidez analítica y esperanza vigilante. ‘Mundo en Tensión’ no es una obra complaciente, pero sí profundamente necesaria: invita a comprender el presente sin anestesia y a imaginar un futuro más justo, aunque incierto.

Aquí culmina nuestra entrevista especial dedicada a ‘Mundo en Tensión’. Agradecemos profundamente a Octavio Volkner por su generosidad intelectual, su mirada global y su compromiso con una escritura que interpela, sacude y, sobre todo, piensa el mundo más allá de las noticias del día. En tiempos de perplejidad acelerada, su voz resuena como un faro crítico que desafía la superficialidad del presente.

[000] Archivo

Posted in ,

Deja un comentario